26 jun 2017

Cuando hay mucho amor por dar…

A veces hay tanto amor por dar... sucede que es posible contentar a los amantes  y ellos no deberían hacerse problemas como Rinaldo el esposo de Filipa...He aquí que en el hombre estos hechos resultan en la egolatría y en la mujer se trata de propagar la felicidad, tal como lo cuenta Bocaccio en su obra Decamerón (Sexta Jornada - Narración VII).


Doña Filipa, encontrada por su marido con un amante, llamada a juicio, con una pronta y divertida respuesta consigue su libertad y hace cambiar las leyes.

En la ciudad de Prato había antes una ley que consistía en quemar a una mujer si ésta fuese encontrada por el marido en pleno adulterio con algún amante, este fue el caso de Doña Filipa, hallada una noche por Rinaldo de Pugliesi, su marido, en brazos de Lazarino de los Guazzagliotri, joven hermoso y noble de aquella ciudad, Rinaldo aún enfurecido se supo controlar, pues temía por sí mismo. Tomó valor y demandó a su mujer para que la ley pratense se haga cargo y la mate.
Mucha gente le aconsejaba a Filipa huir pero ella cual mujer firme y enamorada decidió presentarse en pleno juicio, ella preferia morir con valiente animo que vivir vilmente huyendo, el podestá (llamado asi al primer magistrado en ciudades del centro y norte de Italia) observándola hermosísima y muy admirable en sus maneras y sus palabras sintió compasión por ella, aun temiendo que fuera a confesar una cosa por la cual él tendría que aprobar su muerte si quería conservar su reputación, le dijo:
-Señora, como veis, aquí está Rinaldo vuestro marido y se querella contra vos, a quien dice que ha encontrado en adulterio con otro hombre, y por ello pide que yo, según una ley dispone, haciéndoos morir os castigue; pero yo no puedo hacerlo si vos no confesáis, y por ello cuidaos bien de lo que vais a responder, y decidme si es verdad aquello de que vuestro marido os acusa.

Filipa sin amedrentarse y con voz placentera, responde:
-Señor, es verdad que Rinaldo es mi marido y que la noche pasada me encontró en brazos de Lazarino, en los que muchas veces he estado por el buen y perfecto amor que le tengo, y esto nunca lo negaré. Pero como estoy segura que sabéis, las leyes deben ser iguales para todos y hechas con consentimiento de aquellos a quienes afectan; cosas que no ocurren con ésta, que solamente obliga a las pobrecillas mujeres, que mucho mejor que los hombres podrían satisfacer a muchos; y además de esto, no ya ninguna mujer, cuando se hizo, le prestó consentimiento sino que ninguna fue aquí llamada; por las cuales cosas merecidamente puede decirse que es mala. Y si queréis en perjuicio de mi cuerpo y de vuestra alma ser ejecutor de ella, a vos lo dejo; pero antes de que procedáis a juzgar nada, os ruego que me concedáis una pequeña gracia, que es que preguntéis a mi marido si yo, cada vez y cuantas veces él quería, sin decirle nunca que no, le concedía todo de mí misma o no.
A lo que Rinaldo, sin esperar a que el podestá se lo preguntase, prestamente repuso que sin duda alguna su mujer siempre que él la había requerido le había concedido cuanto quería.
-Pues -siguió rápidamente la señora- yo os pregunto, señor podestá, si él ha tomado de mí siempre lo que ha necesitado y le ha gustado, ¿qué debía hacer yo (o debo) con lo que me sobra? ¿Debo arrojarlo a los perros? ¿No es mucho mejor servírselo a un hombre noble que me ama más que a sí mismo que dejar que se pierda o se estropee?
Estaban allí para semejante interrogatorio de tan famosa señora casi todos los pratenses reunidos, los cuales, al oír tan aguda respuesta, enseguida, luego de mucho reír, a una voz gritaron que la señora tenía razón y decía bien; y antes de que se fuesen de allí, exhortándoles a ello el podestá, modificaron la cruel ley y dejaron que solamente se refiriese a las mujeres que por dinero faltasen contra sus maridos. Por la cual cosa Rinaldo, quedándose confuso con tan loca empresa, se fue del tribunal; y la señora, alegre y libre, del fuego resucitada, a su casa se volvió llena de gloria.
Habiendo leído la historia y Filipa logrando modificar la ley entonces vamos con la conclusión:

Moraleja: Haz feliz a tu mujer y si no puedes hacerla feliz déjala ser feliz y hacer feliz al mundo xD

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